Este texto se trata de una fuente primaria de carácter histórico literario: es un fragmento del libro de Joaquín Costa La tierra y la cuestión social, una colección de textos de este intelectual de principios del siglo XX en el que se da a conocer la ideología y los pensamientos del autor. Tiene un carácter público: va dirigido a todo el que desee leerlo y pretende influir en la opinión de la población española en cuanto a la libertad de los ciudadanos y el fracaso del régimen liberal capitalista.
Joaquín Costa fue un intelectual regeneracionista que pretendía, tras el desastre del 98 y durante el reinado de Alfonso XIII (que se inicia en 1902), modernizar la economía y la sociedad española dejando atrás la antigua organización política deshaciéndose del sistema caciquil.
En este texto se trata el tema de la libertad del pueblo. El régimen liberal al que los ciudadanos estaban subordinados no les ha garantizado ninguna libertad porque los gobernantes no se aseguraron de afianzar los derechos más elementales: la educación y la reforma agraria que permita a toda la población alimentarse y comprar alimentos a buen precio, por lo que se resume en el lema más famoso de Joaquín Costa: "Escuela y despensa". El autor expone que es necesario estar bien alimentado para poder ser independiente y libre, por el contrario el ciudadano siempre estará al servicio y conveniencia de los poderosos. También menciona que estos problemas ya se intentaron solucionar durante la I República (1873), preocupándose los gobernantes de los problemas políticos y sociales, aunque los problemas están presentes en el momento en que se escribe el texto y suponen una amenaza para los partidos.
Tras la crisis del 98, debida a la pérdida de las colonias (Cuba, Puerto Rico y Filipinas), la sociedad y la clase política se vio sumergida en un estado de frustración y desamparo. España quedaba en un segundo plano en cuanto al contexto internacional, y la ineficacia del ejército, la corrupción política y la incompetencia de los dirigentes favorecieron esta visión crítica y frustrada de España que se reflejó en el pensamiento de autores como Miguel de Unamuno y Pío Baroja, miembros de la Generación del 98. Esta crisis se trataba, sobre todo, de una crisis moral e ideológica puesto que las consecuencias del desastre fueron menores de lo esperado.
Sin embargo, la estabilidad política creada durante la Restauración sufrió una ruptura. Tras la muerte de Sagasta y el asesinato de Cánovas, liberales y conservadores sufrieron divisiones o cambios de líderes que, aunque pretendían regenerar la política y reformar el sistema, no lo consiguieron. Además, la guerra ocasionó la devaluación de la peseta, el aumento del déficit del Estado y, por consiguiente, la necesidad de aumentar los impuestos y reformar la Hacienda, por lo que se vio favorecido el descontento de la población. Fue por ello que intelectuales como los anteriormente mencionados u Ortega y Gasset, Blasco Ibáñez y Giner de los Ríos, entre otros, exigieron la regeneración del sistema que modernizase la política española.
No obstante, el movimiento regeneracionista fracasó. Francisco Silvela, sucesor de Sagasta y representante de los conservadores mostró cierta voluntad de renovación e inició una política reformista cuya principal medida fue el aumento de los tributos sobre los productos de primera necesidad. Esto provocó una huelga de contribuyentes y los ministros más conservadores dimitieron. En 1901 volvieron los liberales al gobierno pero las medidas regeneracionistas no fueron llevadas a cabo, por lo que el sistema de la Restauración sobrevivió al desastre del 98.
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